El testamento de Margaret Layne declara solo a dos herederos: su gato Tinker y el colegio de su difunto esposo. El principal heredero es Tinker mientras que el colegio sólo heredó una pintura en óleo. La señora Layne no tenía hijos.
Como cualquier gato, a Tinker le gusta salir de casa por unos días, por lo tanto la señora Layne dejó claro en su testamento que se debe mantener a Tinker dentro de la propiedad de la cual el es “residente vitalicio”. Dos vecinos de Margaret fueron asignados en el testamento como custodios, quienes tienen la tarea de asegurarse de que a Tinker no le falte nada. En caso que Tinker abandone la propiedad de forma permanente, los custodios, podrán dar término a estas condiciones y hacer lo que ellos crean conveniente con la propiedad y el dinero.
En caso de muerte del gato, o después de veintiún años después de leído el testamento, los custodios heredarán la casa y el dinero.